Este mítico café, actualmente situado en la calle de Almagro, abrió pegado a la Puerta del Carmen y en el paseo de Pamplona y llegó a convertirse en un referente en Zaragoza.


 

El Café de Levante ya ha cumplido 120 años, pero el tiempo no corre a la misma velocidad entre las paredes de este local en el que, en pleno siglo XXI, se siente la historia reciente de Zaragoza. Este negocio ha sido testigo y parte de los cambios que se han producido desde finales del siglo XIX, cuando abrió sus puertas junto a la Puerta del Carmen. No cerca, sino adosado a este monumento, pared con pared. La idea de abrir el café fue del emprendedor Agustín Charles, un hombre adelantado a su época que decidió añadir a su tienda de ultramarinos un pequeño espacio para los clientes. En esa salida de Zaragoza comenzaba la ruta hacia Valencia, de ahí su nombre, Café de Levante.

Uno de los mejores ejemplos de cómo ha cambiado la capital aragonesa es que, en aquella época, muchos cuestionaron su idea por abrir el establecimiento donde acababa la ciudad, un lugar que hoy en día es el pleno centro de Zaragoza. Pero Charles no solo innovó en la decoración modernista del café, un estilo que en aquella época todavía no había llegado a Zaragoza, pero que conoció “gracias a un sobrino que era comerciante y viajaba mucho”.

El Café de Levante comenzó a hacerse famoso por su café, su horchata de almendras o sus helados y granizados, que eran casi obras de arte que su fundador elaboraba con unos moldes metálicos que todavía se pueden ver en el local. “Tenía más de cien sabores, era un número uno para su época”, asegura su nieto, Carlos Blázquez, dueño del negocio durante varias décadas y ya jubilado. En 1927, cuando aislaron la Puerta del Carmen, su abuelo tuvo que trasladar el local al número 9 del paseo de Pamplona, donde vivió su época de mayor esplendor.

 

El Café de Levante, a la derecha de la imagen, estaba adosado a la Puerta del Carmen, salida de la ciudad hacia Valencia, de ahí su nombre.

El Café de Levante, a la derecha de la imagen, estaba adosado a la Puerta del Carmen, salida de la ciudad hacia Valencia, de ahí su nombre.

Cuando Charles falleció fue su pupilo, Félix Blázquez, quien tomó las riendas del negocio tras casarse con su hija Rosario. El Café de Levante comenzó a formar parte activa de la sociedad zaragozana con torneos de ajedrez y tertulias de intelectuales. “Mis primeros pasos los di en el Café de Levante”, recuerda Carlos Blázquez, hijo de Félix, quien se hizo cargo del negocio en 1972. “Entonces ya estábamos en una zona consolidada en la ciudad y el Café de Levante era un lugar de referencia en Zaragoza”, explica.

Sin embargo, aún tuvieron que cambiar de ubicación una segunda vez cuando los dueños de la finca decidieron venderla, lo que obligó a Carlos y a su esposa, Pilar, a llevarse su Café de Levante a la calle de Almagro, su ubicación actual, muy cerca de los dos sitios en los que había estado hasta entonces. Allí dirige ahora el negocio su hijo Óscar junto a su mujer, Sonia. Son la cuarta generación al frente del Café de Levante.

“Establecimientos más antiguos sí hay en Zaragoza, pero que hayan permanecido en la misma familia no. Somos el más longevo”, asegura Carlos Blázquez, ya jubilado, quien desgrana las claves de que el café haya sobrevivido durante 120 años. “Todo ha cambiado mucho, pero hay cosas que se mantienen en el tiempo, como la honradez con el cliente y disfrutar con el trabajo”, revela.

Una imagen del Café de Levante datada en 1928, cuando el negocio acababa de ser trasladado desde la Puerta del Carmen al paseo de Pamplona.

Una imagen del Café de Levante datada en 1928, cuando el negocio acababa de ser trasladado desde la Puerta del Carmen al paseo de Pamplona.

Eso sí, otro de sus mayores secretos es la receta de su horchata o su leche merengada, que llegan a comparar con el de la Coca Cola. “Este es mejor, porque es todo natural”, bromea Carlos Blázquez. Hoy en día estos siguen siendo sus productos estrella, junto a los cafés o el chocolate, aunque el Café de Levante se ha adaptado a los nuevos tiempos y también sirve comidas o tapas. Más de un siglo después, el Café de Levante mantiene ese espíritu que le convirtió en parte de la historia de Zaragoza.

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