Cada año todas las generaciones de Cetina se unen para celebrar el carismático baile que guarda siglos de tradición, la Contradanza.
Cetina es un municipio de la provincia de Zaragoza situado en el corazón de la vieja Celtiberia, y limitado por las tierras vecinas de Castilla. Su conjunto urbano formado por calles zigzagueantes le dan un aspecto arábigo que nos transporta a un pueblo aragonés de la época medieval. Además, es el pueblo donde nació uno de los dances más antiguos y espectaculares de Aragón. El dance, un famoso baile que germinó en la cuna aragonesa de Cetina, consiste en un paloteado con acompañamiento de música y recitado de versos. La RAE lo define como una composición poética que se narra durante un baile de espadas. Estos bailes populares y llenos de tradición cobran protagonismo en las fiestas de la localidad que se celebran cada 19 de mayo en honor a San Juan Lorenzo, conocido como el patrón del pueblo y símbolo de la unidad local. También, la Contradanza de Cetina es la máxima expresión de esta fiesta tan significativa para el pueblo aragonés. Y aunque tradicionalmente se organizaba las noches plenilunio, en la actualidad, la celebración siempre tiene lugar el 19 de mayo, independientemente de la fase lunar. El objetivo final de estas fiestas locales siempre ha sido activar la conciencia de los más jóvenes para que se sientan orgullosos de pertenecer al pueblo de Cetina.
En este baile, los contradanceros forman distintas figuras y movimientos llamados cuadros plásticos. Al compás de la música moderna con cierto aire céltico y siguiendo un orden rítmico, los contradanceros que lucen trajes negros con trazos blancos asemejando un esqueleto, van siguiendo al director de la función conocido como “el diablo”; que a través de palmadas organiza a los danzantes por parejas. Una de las características que destaca en este baile es que las manos siempre permanecen pegadas a la cintura, por lo que los pasos se realizan solo con los pies. El fuego es otro elemento importante en el espectáculo, ya que los bailarines sujetan hachas encendidas en llamas, símbolo de alegría según cuenta la tradición aragonesa. Todos los danzantes excepto el diablo llevan una careta blanca que cubre sus rostros. El espectáculo no acaba hasta que las treinta figuras han sido representadas frente al Ayuntamiento, culminando con el simulacro de la muerte del diablo, el único personaje que viste de rojo. Sin duda, es una de las celebraciones más carismáticas de España, la cual requiere una gran cohesión de grupo y buena forma física para alcanzar la perfección de la danza ritual, que puede durar hasta casi dos horas.
El nombre Contradanza procede del inglés country dance que pasó al francés como Contradance en el siglo XVII y más tarde se introdujo en España. A pesar de ser una Fiesta de Interés Turístico de Aragón es curioso que carezca de textos que documenten sus inicios, al igual que tampoco existe ningún manual que explique cuáles son los pasos para llevarla a cabo; excepto un primer registro de que el baile tuvo lugar en las fiestas de 1751. Lo que hace aún más singular esta tradición. Sin embargo, las raíces de dicho espectáculo recuerdan al origen del teatro y los danzarines de mimo. La Contradanza se ha transmitido siempre a través del boca a boca a las nuevas generaciones, lo que ha hecho que se ponga mucho más interés en aprenderlo y transmitirlo, para poder mantener vivo el característico baile. Según las habladurías populares la danza la iniciaron espontáneamente los jóvenes de la localidad, y se han ido combinando elementos más antiguos que se aglutinan con otros más modernos hasta dar con la Contradanza que conocemos hoy en día.
Bien es cierto, que los ingredientes que nunca faltan en esta fiesta son las risas y la alegría que despierta en la gente que asiste al espectáculo. En este festejo tan significativo, las calles se llenan de gente que lucen sus mejores trajes para disfrutar de las danzas, la música, el olor a incienso, las rosquillas típicas, el buen vino de la tierra… y en el que siempre triunfa la centenaria Contradanza. Un espectáculo vivo y participativo que constituye una de las señas de identidad del pueblo. Un patrimonio cultural que hay que conservar y transmitir de generación en generación.