Ha llegado el verano y es tiempo de ‘terraceo’. Por eso, en esta ocasión dejamos de lado nuestras habituales visitas gastronómicas por los barrios y nos vamos de paseo por algunas de las terrazas más famosas de la capital aragonesa. Y es que si hay algo que cambió la pandemia es el uso que hacemos de estos espacios en los que, como coinciden los entrevistados: lo que cambia, y lo que más importa, es el entorno. ¿Nos vamos?

Comenzamos nuestra ruta veraniega por la terraza de Nusa Dua, ubicada en lo alto de una colina en el parque Castillo Palomar, un pulmón verde del barrio cerca de la Estación Delicias.
Su decoración, la propuesta de su carta y el original ambiente que proponen en este establecimiento la han convertido, sin duda, en una de las referentes en la ciudad para locales y turistas.
Abrió sus puertas en abril de 2021 a manos de sus actuales gerentes, una familia de tres generaciones que, tras quedarse temporalmente sin el negocio que les permitía ganarse la vida dentro del mundo del espectáculo por la pandemia decidieron emprender en el barrio en el que habían crecido. “Todo empezó con un por qué no”, reconoce Sandra Bona, gerente junto a sus padres, hermanos e hijos. En Nusa Dua todo queda en casa.

Aunque en su caso se trata de un quiosco de temporada -abren a finales del mes de marzo y vuelven a abrir para las fiestas del Pilar-, durante los meses de apertura, aseguran, en Nusa Dua pasan muchas cosas. ¿El siguiente reto?: “Comenzar este invierno con eventos concertados con antelación, comidas de empresa, cumpleaños y eventos con grupos grandes”. También organizan conciertos, exposiciones de arte o escultura, eventos de música en directo tanto de artistas consagrados como amateurs, o su concurso Nusa Dua Voz, con el que otorgan 800 euros al ganador. “Además, contamos con una amplia carta de bebidas, cócteles, granizados de fruta natural y algo para picar.

Nuestro concepto tuvo muy buena acogida desde el principio, por lo que nos sentimos muy satisfechos”, reconoce la hostelera. Sin embargo, si hay algo que les identifica es el emplazamiento en el que se encuentran. “Este año nos han nombrado la terraza más fresca de la ciudad. Es como un remanso de aire fresco. Lo que nos diferencia es el entorno”, admite. Eso sí, sin esfuerzo, trabajo, “y sobre todo muchas ganas de hacer las cosas distintas y que la gente se vaya contenta, no sería posible”, concluye.

Del barrio de Las Delicias nos dejamos caer por Las Fuentes, en concreto por el conocido como parque del Canódromo, entre la calle Asalto y el Camino de Las Torres, donde nos encontramos con otra de las terrazas míticas de la ciudad que abrió sus puertas en el año 2018: Villa Feliche. En un entorno cambiante -cada año su decoración varía de la mano de un grupo local de grafiteros- protagonizado por la vegetación, las plantas y los árboles de la zona, nos encontramos con dos espacios, uno cubierto y otro al aire libre.

Como curiosidad, en este establecimiento ofrecen la posibilidad de que el cliente lleve su propia comida y organice un evento. “Es algo que ha gozado siempre de mucha acogida porque no es lo habitual en Zaragoza”, advierte Manuela Lozano, su gerente. “No es un sitio de paso, aquí hay que venir de propio”, reivindica la zaragozana. Y mucha gente lo hace. ¿El motivo? Que aquí pasan muchas cosas.

En Villa Feliche, por ejemplo, son muy dados a organizar eventos solidarios cuyas recaudaciones recaen sobre entidades sin ánimo de lucro como ONG o protectoras de animales. También organizan conciertos, presentaciones de libros o de cómicos, y todo tipo de actuaciones para amenizar la época estival. “Lo que destaca aquí es el ambiente que se crea en un entorno muy agradable”, destaca Lozano.

Mirando al cielo

Y es que aunque abren de marzo a octubre; es ahora, entre los meses de primavera y verano, cuando hacen “su agosto”. “Estos tres meses suponen el grueso de la temporada, aunque la primavera también suele ser buena. Por eso una de nuestras máximas es hacer las cosas diferentes para que la gente se vaya con un buen sabor de boca”, explica la hostelera. Eso sí, aseguran que sería necesario “un mayor control de plagas y mayores esfuerzos a la hora de fumigar la mosca negra, que este año está haciendo estragos”.

Y llegamos a dos de las terrazas con más solera -e historia- de la capital aragonesa, aposentadas en lugares de paso, algo que forma parte, sin lugar a dudas, de su filosofía. Estamos en las terrazas de Gran Vía (1 y 2), las cuales se caracterizan por tener forma e incluso los colores de una mariquita. “Cuando abre el quiosco imita a la apertura de las alas”, explica Luis Miguel Gracia, gerente desde hace más de una década de sendos establecimientos. Y es que el hostelero zaragozano, que abre sus quioscos cada año de marzo a noviembre, ha logrado convertir la incertidumbre de trabajar en un local completamente exterior en una de las normas del juego.

“Nos pegamos todo el año mirando al cielo, pero al final te acostumbras. Al final en Zaragoza no llueve tanto, es peor el cierzo”, afirma. Entre su clientela, la cual es mayoritariamente de paso, triunfan las cañas, los cafés y algunas de las tapas que ofertan, mientras que por la noche la gente opta por sus cócteles y combinados.
“Aquí lo que más vende es el escenario. Hay muchos clientes que se sientan solos a ver a la gente pasar. Es algo verdaderamente relajante”, admite Gracia.

Un remanso de paz

“También programamos actuaciones musicales, algo que da mucha vida a una calle tan importante como es la Gran Vía y que la gente aprecia mucho”, reivindica. ¿Los mejores meses? Entre mayo y septiembre, “si salen buenos, podemos decir que ha sido una buena temporada”, añade. Y ahora, en verano, toca despedir al público de diario, y recibir a los cientos de turistas que cada año visitan la ciudad y que suelen valorar mucho este tipo de espacios: “Somos un remanso de paz en el corazón de la ciudad”.

En su caso, el zaragozano eligió el mundo de la hostelería hace más de dos décadas y asegura que mantiene la vocación del primer día. “Lo que me hizo elegir esta vida era el trato con la gente, el día a día y, sobre todo, el reto de que el cliente se vaya satisfecho. En un lugar como este te aseguro que no hay dos días iguales”, advierte.

Y de dos de los quioscos más antiguos de la ciudad, a tres de las últimas incorporaciones al espacio urbano. En este caso nos perdemos por los quioscos regentados por Verbena Social Bars -grupo propietario de Garbo Gentlebar, Ginger Fizz Bar y Gonzo Bitter Bar- de la mano de Félix Martín, uno de sus responsables. Y hablamos de Camerino Bungalobar -situado en plaza de Los Sitios-; Cartelera Bungalobar -en el bulevar central de Sagasta, frente a la Confederación Hidrográfica del Ebro- y Vodevil Bungalobar -en Montecanal-.

En la variedad está el gusto

“Cuando salieron a concurso estos nuevos espacios enseguida vimos la oportunidad”, rememora el hostelero que explica que la propuesta líquida de los tres locales es idéntica, cuyo concepto principal gira en torno a la coctelería clásica. En la parte gastronómica, sin embargo, la cosa cambia.

Mientras los dos quioscos del centro se centran en un tipo de cocina más urbana; en Montecanal decidieron apostar por el mundo de los arroces logrando convertirlo en tan solo unos meses en un referente de la ciudad de la mano del prestigioso chef Evaristo Triano. “Decidimos contar con uno de los grandes expertos a nivel mundial que ha llevado sus conocimientos del arroz y la paella alrededor del mundo dando clases en el Culinary Institute of America, entre otros lugares”, añade el hostelero. En su carta destacan el arroz con verduritas, arroz de longaniza de Graus, setas y espárragos verdes, arroz negro de sepionet y alcachofa, o arroz de calamarcitos, gambas y almejas.

En la terraza los 365 días del año

Además, en este caso, decidieron huir de la temporalidad y aprovechar estas instalaciones para disfrutarlas todo el año con el uso de materiales termorreguladores, suelo radiante, etc. Todas ellas son terrazas calefactadas. “Aun así, siguen siendo locales muy de temporada, y los inviernos son duros. En todo momento hemos buscado el confort del cliente, en un entorno elegante y urbano que imita las terrazas parisinas. Eso sí. Los verdaderos decorados son los propios entornos”, añade Martín. Por otro lado, el hostelero reconoce que ha sido todo un reto para el grupo enfrentarse a este nuevo escenario: “Gente de paso, trabajar a pie de calle. Es distinto. Sabíamos que era algo nuevo para nosotros y seguimos aprendiendo cada día. Tras muchos meses de trabajo, ahora toca demostrar que nuestra propuesta está a la altura”.

Ir de propio

Nuestro paseo llega a su fin por la zona de la Expo, en el parque del Agua. Allí nos topamos con otra afamada terraza, en este caso a orillas del Ebro. Se trata de Luna Nueva, regentada por Maurizio Lanzaro y Sandra Arias desde el año 2014. Además, cuentan con una terraza ubicada en el Parque de Macanaz, frente al río, la terraza Macanaz. “Ofrecemos una atmósfera relajante en un entorno único al lado del río”, destaca. En su caso, en este bar de temporada ofrecen un amplio servicio que abarca desde el desayuno, la comida o la cena, incluyendo un menú del día y otro de fin de semana; así como un amplia carta de raciones, ensaladas, bocadillos y tapas.

“También nos hemos dado a conocer por el servicio de coctelería con nuestros mojitos y piñas coladas”, añade el hostelero, que reconoce que el verano es uno de los momentos más importantes del año para este establecimiento: “Al final somos un bar de temporada sumergido en la naturaleza, y esto tiene sus pros, pero también sus contras cuando el tiempo no acompaña. Aquí no hay vecinos, la gente viene de propio”, concluye.

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