Carlos López, dueño del bar, detrás de la tradicional barra del Clapton

 

La esencia de los 80′ que perdura en Épila

 

Años 80’. Una década que se alzó con voz propia para dar rienda suelta a una creatividad por descubrir. Nervio, vigor, fuerza y, por qué no decirlo, un punto de locura. Unos años con un sinfín de iconos que despiertan la nostalgia de muchos. Una época de crecimiento social que marcó las vidas de tantas personas repartidas por todo el país. También en Épila.

20 de mayo de 1983. Nace el Bar Clapton. Un lugar de la época, que seguía la instaurada moda de taberna irlandesa con suelos y paredes de madera. Todo un éxito que, acompañado del boom de la hostelería, se consolidó como punto de encuentro imprescindible para la gente joven de Épila, los pueblos de alrededor y Zaragoza capital.

Dos años después de su apertura, a medio camino entre los fantasiosos 80’ y los optimistas 90’, Carlos López cogió las riendas del Clapton. Ha llovido desde entonces. Ahora, por ejemplo, se habla de movida para referirse a una situación
problemática, ya no protagoniza el concepto la “Movida” como un movimiento contracultural que ha despertado en Madrid. El Clapton, con una personalidad única y diferencia- dora, perdura como si de una cápsula del tiempo se tratase. Ha tenido cambios, muchos, pero su interior, su alma, sigue rezumando la esencia de los años que marcaron el inicio de todo.

No puede pasar por alto su estrecha vinculación con la música. Su decoración lo deja claro: cerca de 100 cuadros de diferentes artistas. Un bar especial y con encanto por el que han pasado los mejores grupos de ‘rock & blues’.

38 años después, es un histórico. Sobrepasó la crisis económica del 2008 gracias al trabajo de la industria y logística de la localidad, y también se impuso a la reciente pandemia gracias a su fiel clientela. Hechos, por otra parte, que no son casualidad, ya que la pertenencia hacia el Clapton se ha trabajado día a día.

Así lo expresan dueño y clientes. Un lugar muy agradable, donde sentirse como en casa. Desde el café de la mañana hasta la copa para despedir el día, pasando por el vermú con familia y amigos. Todo ello, rodeado de un ambiente familiar y con buen trato en el que detrás de la barra no hay un hostelero, sino un amigo con el que la conversación está asegurada.

De cara a futuro, Carlos desea dejar su bar en manos de uno de sus clientes. Uno de tantos que han crecido junto al bar con innumerables recuerdos en su interior. Alguien de confianza, que tome el testigo y siga la tradición. Una persona que mantenga el resquicio de los 80’ del corazón de Épila.

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