Roberto Ballestín, propietario del bar Candilejas, se jubila después de «Toda una vida detrás de una barra».

A final de 2022 se despide otro de los míticos de la ciudad tras 44 años como socio de Cafés y Bares. Se trata de Roberto Ballestín, gerente del bar Candilejas, que se jubila tras “toda una vida detrás de una barra”. Así lo explica este vecino de Gallocanta de 64 años mientras prepara el local para uno de sus últimos fines de semana de trabajo.

Ubicado en la calle San Roque, a escasos metros del Paseo Calanda, el Café Pub Candilejas abrió sus puertas en 1996, hace 26 años, en un antiguo local de fontanería del que había sido su barrio de toda la vida. “Detectamos que había una necesidad en la zona de un local de ocio nocturno para un público más adulto, un espacio para tomar una copa y disfrutar de un picoteo y una charla en un ambiente distendido”, admite. Sin embargo, antes de esto, sus fundadores llevaban mucho tiempo dedicándose al mundo de la hostelería. En el caso de Roberto, desde que pudo comenzar a trabajar. “Estaba de camarero en el Gran Gatsby, en la calle Sangenis, cuando me enteré de que lo traspasaban. Un cliente de los de siempre, Gabriel Izquierdo, me propuso cogerlo juntos. Yo tenía 19 años y él 23”, rememora. Corría el año 1978 y el local se convirtió en un lugar de encuentro habitual en la noche zaragozana. De ahí que poco después, en 1978, abriera sus puertas el Gasby 2, en la calle La Milagrosa.

“Tras traspasar los dos locales, en 2017 mi socio enfermó y me quedé solo con este”, explica. Fue una época dorada, de mucho movimiento y ambiente, pero diferente a lo que se vive hoy. “Las cosas han cambiado mucho, pero la profesión sigue siendo igual de maravillosa”, advierte. No en vano han sido más de cuatro décadas dedicadas a la noche nocturna y al ocio zaragozano. En cualquiera de sus locales apostaban por otro tipo de ocio: “uno más de encuentro, de tertulia. Algo muy pensado para la gente del barrio. Este no es un local de paso”. Por eso, el hostelero destaca la fidelidad de la clientela de toda la vida: “La gente ha sentido que esta era su casa, muchos llegaban a bajar solos aquí porque sabían que a alguien se encontrarían. Ha sido muy bonito”. Hoy, sin una nueva generación en la familia con ganas de adentrarse en el sector de la hostelería, el zaragozano ha decidido traspasar el local y dedicarse a lo que más le apetece en estos momentos: “a mi familia, y a bailar”. Se refiere a pasar más tiempo con su mujer, Mari Cruz Mur, y sus hijos, Sergio y Laura, que en este caso no han querido continuar con la saga familiar. Y es que si hay algo que tiene claro el hostelero tras toda la vida dedicada al ocio nocturno es que “lo que más me pide el cuerpo es estar con mi familia, con mi nieto, Mateo, de 3 meses, y viajar”. Sobre todo con su mujer, que siempre le ha apoyado a pesar de dedicarse a un mundo tan sacrificado. “También tenemos previsto ir a Canadá a visitar a nuestro hijo, toca descansar y vivir, pero de verdad”, concluye.