Recorremos el barrio zaragozano de la mano de tres vecinos que nos hablan de la situación de la hostelería y la vida en sus calles mientras nos enseñan algunos de los bares más emblemáticos.

Puede que no sea el barrio más conocido de Zaragoza ni uno de los más turísticos. Sin embargo, el barrio Oliver aglutina ya un siglo de vida que resalta su importancia en la historia de la capital aragonesa.

Este año, sus vecinos conmemoran los 100 años del barrio y para la ocasión han contado con actividades culturales, como la actuación musical de la Ronda de Boltaña durante el día grande de la celebración el pasado mes de junio, con la que festejaron por todo lo alto que Oliver existe y lo hace con muchas ganas.

Esta zona humilde de Zaragoza, conocida inicialmente como el barrio de Mosén, nació rodeado de gente trabajadora que poco a poco ha sufrido la centralización de la ciudad. Pero para conocer a fondo la historia de este barrio zaragozano, recorrer sus calles y volver al pasado a través de la historia, no hay nadie mejor que sus propios vecinos.

 

bares barrio oliver

Javier Bello, que lleva 66 años viviendo en el barrio y es el presidente de la Asociación Cultural La Escalerilla. Desde hace muchos años se encarga, junto a otras asociaciones, de organizar diferentes actos y eventos con los que dinamizar el barrio y hacer participar a los vecinos.

José María López es vecino del barrio Oliver desde hace 68 años. Solo hace falta pasear unos minutos con él por sus calles para darse cuenta de que conoce a todo el mundo que se cruza. “¡Maruja!”, llama a una vecina que cruza por la otra acera, a la que saluda.

Manuel Monzón, vocal de la Junta del Distrito del barrio Oliver, solo vive desde hace cuatro años en esta zona, pero está completamente integrado. Conoce a los vecinos y muchos de los bares y establecimientos de la zona, por lo que la primera parada que hacemos junto a estos tres guías es en el bar La Taberna, uno de los primeros que nos encontramos a la entrada del barrio y uno de los más veteranos que mantiene su esencia con su laterío y escabeches desde que abrió sus puertas en el año 81. “Es una pena que cada vez haya menos gente joven en el barrio, pero hay que buscar la manera de atraer al público y para ello vamos introduciendo nuevos productos como embutidos o curados”, asegura Pedro Guerrero, dueño del establecimiento.

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Varios vecinos juegan al guiñote en La Taberna.

“Los bares tenemos que lograr que los jóvenes se queden en el barrio”

Y es que uno de los problemas fundamentales del barrio Oliver es que la población cada vez es más mayor y la joven se va al centro durante los fines de semana. Precisamente este es uno de los problemas con el que todos los hosteleros de la zona luchan día a día.

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Marimar Franciso y Miguel Ángel Lafuente, dueños del bar El Dólar.

“Nosotros hemos reformado el bar cuatro veces para intentar adaptarnos a la época. Desde hace poco hemos empezado a dar cenas para conseguir que la gente del barrio se quede y parece que está funcionando”, asegura Marimar, dueña del bar El Dólar, abierto en la calle Miguel Artigas desde el año 94. “Las tardes en el barrio estaban muertas pero la terraza es fundamental para trabajar y sobre todo ofrecer un producto bueno pero económico. No dejamos de estar en un barrio de clase obrera”, explica tras la barra del bar mientras atiende a los clientes.

Paseando por sus calles podemos observar cómo todavía se mantienen algunos de los negocios más antiguos de la zona. Sin embargo, Javier Bello cuenta con cierta pena que Drogas Duque, la única ferretería y uno de los negocios “históricos” del barrio, cierra por jubilación. “Esto cada vez pasa más y es una lástima”, asegura Javier.

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Javier Bello posa con los dueños de Drogas Duque del barrio Oliver.

A pocos metros del bar El Dólar encontramos la pequeña tasca Anento, más conocida como “El Churrero”, puesto que antes de abrir este bar en el año 86 la churrería del barrio estaba este local.

“El problema es que la gente del barrio se hace mayor y la gente joven no viene a vivir aquí”, asegura Fermín Franco, dueño del Anento.

Los almuerzos y el vermut durante los fines de semana son los momentos clave para la hostelería en el barrio Oliver, ya que muchos vecinos y familias, como si de un pequeño pueblo se tratara, se juntan para tomar unas cañas, un vermut o unas tapas antes de comer. Los bares, como ha ocurrido siempre, siguen siendo un punto de encuentro importante en casi todos los barrios, y el barrio Oliver no es una excepción.

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Fermín Franco, tras la barra del bar Anento.

Otro de los históricos del barrio es el Bar Lisboa, en la calle Mosén José Bosqued y abierto en el barrio desde hace más de 50 año. Su tortilla de patata, además de su variedad de tapas,  se ha convertido en el reclamo para muchos vecinos del barrio pero también para muchos zaragozanos que no dudan visitar el barrio Oliver con la excusa de degustar sus deliciosas tortillas y la que algunos catalogan como la mejor tortilla del mundo.

Poco a poco, y conforme avanzamos por las calles del barrio, vemos como los edificios empiezan a modernizarse y los comercios toman otro color. Nos alejamos de las pequeñas tiendas de embutidos o de la “mejor panadería de toda Zaragoza”, abierta desde el año 45, tal y como asegura José María, para adentrarnos en un barrio donde los bares también sufren un gran cambio.

En la zona más próxima a Miralbueno visitamos el bar El Guariche, que abrió sus puertas hace cinco años de la mano de dos hermanos de Zamora para ofrecer raciones caseras, curados, pinchos y todo tipo de tapas gratis con cada consumición. Una tradición que hasta ese momento nadie había puesto en práctica en el barrio Oliver. “Las raciones son bastante grandes y la verdad que si vienes a la hora del aperitivo, sales comido del bar”, nos cuenta Manuel, que es cliente habitual del establecimiento.

Mari es la cocinera y encargada de llenar a diario la barra del Guariche de suculentas tapas para que cada día sus clientes puedan disfrutar del “arte de comer de pie”, tal y como ella lo denomina. Además, asegura que pocas veces repite pinchos y que todo está elaborado según el producto que sus jefes llevan a la cocina y “sin buscar recetas en internet. Todo sale de mi cabeza”, asegura entre risas.

Rissoto, pisto o ensaladilla, pero todo reducido a una tapa. Y es que contar con una cocinera con más de 10 años como profesora de cocina es toda una ventaja.

Los bares se llenan para los almuerzos y el vermut durante el fin de semana

Cruzando la acera de la calle Lagos de Millares encontramos el bar Masclaras, ganador de cuatro premios en el Concurso de Tapas de Zaragoza. Desde su apertura en 2008 se han presentado a cada edición del certamen, algo que asegura Sergio, dueño del establecimiento, se ha notado en la clientela: “Mucha gente pide las tapas con las que hemos concursado”.

Aunque el día a día del bar, al igual que en el resto del barrio, suele ser tranquilo con almuerzos y cafés, el fin de semana es cuando el Masclaras duplica su barra con tapas mucho más elaboradas, bocadillos y raciones. “La terraza es imprescindible para esta época del año, muchos clientes vienen por eso”, asegura Sergio.

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Los vecinos, en la barra del Masclaras.

Pero poco a poco, el barrio Oliver va viendo aumentar su actividad, no solo en la hostelería, sino en los actos con los que se pretende dinamizar el barrio. Por primera vez en 50 años, los vecinos han vuelto a dar la bienvenida al barrio con una hoguera durante la Noche de San Juan. “Fue muy bonito volver a juntarnos alrededor del fuego y cenar todos juntos”, cuenta con alegría Javier. Y es que, no dudaron en preparar una parrillada. “Lo que queremos es que poco a poco el barrio vaya recuperando vida, por eso también estamos preparando una muestra de tapas por los bares de la zona. Queremos que la gente venga a disfrutar de los bares del barrio Oliver”, asegura Manuel Monzón.